viernes, 12 de julio de 2019

CUENTO EL ZORRO Y EL CUY


EL ZORRO Y EL CUY

Alguien, un desconocido hacía destrozos en una chacra, de noche.
Esto sucedió hace mucho tiempo.
Las plantas amanecían rotas y a medio comer. Entonces, el dueño de la chacra construyó una trampa, la puso en el lugar adecuado y esperó atento, sin cerrar los ojos en ningún momento. A la media noche escuchó unos gritos; alguien había caído en la trampa.
Era un cuy grande y gordo. El dueño lo amarró a una estaca y regresó a su casa.
-Mañana temprano hiervan agua para pelar un cuy.
Almorzaremos cuyecito - les dijo a sus tres hijas, antes de irse a acostar.
El cuy, amarrado a la estaca, forcejeaba y mordía inútilmente la soga.
Y, así lo encontró un zorro que pasaba por allí.
- Compadre - le dijo el zorro - ¿Qué has hecho para que te tengan así?
-Ay, compadre, si supieras mi suerte -le dijo el cuy -.
Yo enamoraba a la hija más gorda del dueño de esta chacra y ahora él quiere que me case con ella. Pero esa joven ya no me gusta.
También quiere que aprenda a comer carne de gallina que a mí me da asco. Así le mintió el cuy. Después, haciéndose el sonso, exclamó el muy ladino: - Creo que a ti sí te gusta la carne de gallina. - A veces, le dijo el Zorro, también haciéndose el sonso. 
-¿Por qué entonces no me desatas y te pones en mi lugar? Así te casarás con una joven gorda y comerás carne de gallina todos los días. -Te haré ese favor, compadre - le dijo el zorro.
Al día siguiente, muy temprano, cuando el dueño de la chacra vino a llevarse al cuy, encontró al zorro.
- ¡Desgraciado! ¡Anoche eras cuy y ahora eres zorro! Igual te voy a zurrar - dijo el dueño dándole latigazos.
- ¡Sí me voy a casar con tu hija! ¡Te lo prometo! También te prometo que comeré carne de gallina todos los días- gritaba el zorro.
Al oír este atrevimiento, el dueño lo azotaba con más fuerza, hasta que en una tregua de la tunda, el zorro le explicó toda la mentira del cuy.
El dueño se puso a reír y después lo soltó, un tanto arrepentido de haber descargado su ira en otra persona. Desde ese día, el zorro comenzó a buscar al cuy. Quería cobrarse la revancha de todos los latigazos que recibió del chacarero.
Un día se topó con él y pensó que había llegado la hora de la venganza. El cuy, viendo que ya no podía huir se puso a empujar una enorme roca y el zorro se le acercó para cumplir su cometido; pero, el cuy reaccionó:
- Compadre zorro - le dijo - a tiempo has venido. Tienes que ayudarme a sostener esta roca.
La santa tierra se va a voltear y esta roca puede aplastarnos a todos. Al comienzo el zorro dudaba, pero la cara de asustado que ponía el cuy terminó por convencerlo.
Y empezó a ayudarlo, es decir, a sostener la gigantesca roca. Después de un rato, el cuy le dijo: - Compadre, mientras tú empujas yo voy a buscar una piedra grande o un palo para acuñar esta roca.



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